Stalker: La Zona Inolvidable
Stalker constituyó la última experiencia cinematográfica de Andrei Tarkovsky dentro de la Unión Soviética y, para muchos, su obra maestra definitiva. Un proyecto que no estuvo ausente de problemas y grandes obstáculos durante los 2 años de producción.
Desde hacía bastante tiempo, Tarkovsky había estado tratando de encontrar financiación para la adaptación cinematográfica de El idiota, de Dostoievski, pero todo llevaba a una frustración constante, al igual que sus anteriores películas, estancadas muchas veces una vez finalizadas debido a burocracias políticas que hacían lo imposible por impedir la distribución de los largometrajes dentro y fuera de la USSR. Todo esto llevaría finalmente a Tarkovsky a un exilio definitivo en Europa, donde realizaría dos películas más, Nostalgia y Sacrificio, relacionadas justamente con esta cuestión del artista alejado de su tierra natal y con el anhelo constante de regresar al hogar.
Una de las primeras grandes adversidades durante el rodaje de Stalker tuvo lugar hacia el fin del primer año. La película estaría dispuesta en dos partes, como era usual en obras de gran longitud, y al terminar de filmar lo que sería la primera parte, el material fílmico quedó arruinado en gran medida debido a un error en el proceso de revelado. Esto, sumado a la tensión constante en el set, llevó finalmente al quiebre definitivo en la relación de Tarkovsky y el director de fotografía Georgi Rerberg, quien había trabajado con el director en su proyecto previo, El espejo. El rodaje se reanudó con un presupuesto más acotado y finalizó en 1979.
Inspirada en la novela Pícnic extraterrestre (Roadside Picnic), de los hermanos Arkadi y Boris Strugatsky, quienes también estuvieron a cargo de la adaptación del guion cinematográfico, Stalker sigue siendo fuente de intenso análisis e inspiración para obras dentro y fuera del séptimo arte. Dentro de estas, se encuentra el documental de 2009 "Rerberg y Tarkovsky: El otro lado de Stalker", de Igor Maiboroda, que ofrece mayor perspectiva respecto del caos que representó la realización y permite apreciar más concretamente el punto de vista de Georgi Rerberg en cuanto a su experiencia general junto a Tarkovsky y su proceso creativo.
Por otro lado, en el libro Zona, el escritor británico Geoff Dyer ofrece un análisis profundo de la película entrelazado con experiencias personales y las emociones que se desprendieron en ciertas partes de la obra. Una lectura más que recomendable, no solo para apreciar la mística de Stalker desde una perspectiva diferente y más íntima, sino también para profundizar aún más en el efecto de la cinta a nivel técnico y artístico, la poética visual de la puesta en escena y el inusual uso del espacio y el tiempo, algo ya característico en las obras tarkovskianas.
Sin dudas, Stalker es una película relevante para cualquier época, más allá de las teorías que desprende el misterio de lo que representa la Zona para cada individuo, es un relato que se presta a diversas interrogantes en lo que respecta al propósito y el desarrollo espiritual e intelectual del ser humano, y la dificultad de encontrar el equilibrio entre ambos extremos, una historia en la que Tarkovsky esculpe maravillosamente el tiempo cinematográfico con planos increíbles y por momentos desconcertantes para invitar al espectador a sentirse parte del viaje que emprenden esos tres personajes y, como es el caso de las mejores historias, lo que importa siempre es el camino en sí, no así tanto el destino y la llegada. Como indica Dyer en su libro: "Al principio puede haber una fricción entre nuestras expectativas sobre el tiempo y el 'tiempo-Tarkovsky', y esta fricción se está incrementando en el siglo XXI, a medida que nos alejamos del 'tiempo-Tarkovski' hacia el 'tiempo–idiota', en el que nada puede durar (y nadie puede concentrarse en nada) por más de dos segundos”.
(Clic en la imagen para el material)