Recomendada semanal: Cinema Paradiso (1988)

La recomendada de esta semana no es solo una de las películas más entrañables de la historia del séptimo arte, además de un clásico total del cine italiano, sino también un humilde homenaje a la genialidad del compositor y director de orquesta italiano Ennio Morricone, que murió ayer a los 91 años, pero dejó atrás un legado repleto de melodías épicas, únicas e inolvidables, y músicas que complementaban tan bien la emotividad de las escenas cinematográficas que acompañaban que a veces incluso las superaban, y con solo escucharlas logran evocar los más lindos recuerdos, y decir mucho más que diez mil palabras.

Y quizá la película de esta semana, Cinema Paradiso, contenga también su composición más emblemática. Dirigida por Giuseppe Tornatore, con quien Morricone colaboró en muchos otros proyectos, la historia es básicamente una carta de amor al cine y a la vida, a la emoción que genera estar bajo la luz tenue de esa pantalla grande, al calor de un relato con el cual nos sentimos profundamente identificados, o que de alguna forma genera una multitud de sentimientos y sensaciones, incluso mucho después de terminada la película, y que incluso nos permite descubrir o redescubrir mucho más sobre nuestra propia esencia en el proceso, para generar así nuevas actitudes y perspectivas en muchos otros ámbitos, en el dolor, en el amor o en el pensamiento.

"Hagas lo que hagas, hacelo con amor", le decía Alfredo a Salvatore, dos de los personajes principales, en un momento del relato. Y quizá esa simple premisa alcance para resumir el mensaje de esta y de cualquier historia que valga la pena atesorar en el alma, y quizá también sea lo único necesario en verdad para afrontar cualquier situación y cualquier día: dar cada paso con la emoción siempre a flor de piel, como si cada próximo instante fuera el único que nos queda para ponerle una vez más la mejor música posible a la vida.


SINOPSIS: Cinema Paradiso narra la historia de Salvatore, un niño de un pueblito italiano en el que el único pasatiempo es ir al cine. Subyugado por las imágenes en movimiento, el chico cree ciegamente que el cine es magia; pero, un día, Alfredo, el operador, accede a enseñarle al pequeño los misterios y secretos que se ocultan detrás de una película. Salvatore va creciendo y llega el momento en el que debe abandonar el pueblo y seguir su propio camino. Treinta años después recibe un mensaje en el que le comunican que debe volver a casa, donde empezará a recordar todas las experiencias vividas.

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